I was playing whit my Casio tunes, a little, when I close my eyes.
And suddenly I see a grotesque face, like a devil’s mask, and I heard a horripilate scream coming from nowhere, so I opened my eyes again, for better.
fabio
sábado, 27 de octubre de 2007
lunes, 15 de octubre de 2007
que pasa?
no entiendo la verdad que esta pasando, por que este blog no esta funcionandoo es que necesitamos algo mas, creo que todos sabemos manejar un poco las computadoras, entonces? como es posible no encontrar entradasen ningun lado siendo un grupo de estudiantes de letras que no escribe, por favor escriban, hasta poner una pendejada en el blog sirve como practica narrativa...
un saludo
un saludo
domingo, 2 de septiembre de 2007
Aclaración sobre los comentarios
Que tal, miembros de la Hydra virtual. Les hago una aclaración: que he suprimido los comentarios, si alguien desea escribir algo como réplica o como cualquier otra cosa, tendrá que hacerlo en la pantalla principal, como aportación. Los que ya estaban... ahí están, ocultos. (Perdón, tocayo, Omar y Fabio). De cualquier forma, un poco de edición aquí, y podemos recuperarlos.
Saludos.
Saludos.
jueves, 30 de agosto de 2007
Las dos manchas de vino
Que tal. Aquí les pongo este cuento escrito hace ya muchos, muchos meses (escrito hace años), para que lo lean y aporten sus comentarios. Me parece indicado comentar la suerte de este texto: en todo sitio donde lo he llevado para su lectura y posterior análisis --o por lo menos una buena dosis de comentarios-- una fuerza extraña ha actuado y en consecuencia no recibo nada, ni siquiera la certeza de que ha sido leido. Espero que por fin el karma de este cuento sea diferente. (Agrego este cuento, más que cualquier otro motivo, para por fin recibir comentarios de él. Quizá, ahora lo pienso, debí haberlo trabajado más, pero ya es un texto viejo para mí).
Las dos manchas de vino
Una mañana de domingo del año 1881, míster Nollan Cadbury, eminente banquero, y respetable miembro de la sociedad londinense, despertó con una palabra en mente: deja vu. Desde un principio supo que la palabreja no lo abandonaría en todo el día, hasta que no hubiera conocido el significado de la misma. Almorzó tranquilamente, evadiendo aquel vocablo francés siempre que se le aparecía entre los alimentos, y así, mientras hacía ambas cosas, intuyó que debía consultar a su amigo Lemuel Carfax, un extraño personaje marginado de la sociedad, estudioso de las ciencias ocultas, que vivía casi como ermitaño en una casona a las afueras de Londres, hacia el norte.
Ambos hombres, se habían conocido en un viaje de negocios de Mr. Cadbury a la campiña francesa en el año de 1876. El banquero había viajado personalmente para cerrar un trato importantísimo con un cliente que padecía de una extraña enfermedad y que vivía en una mansión un tanto alejada de las grandes urbes. Ahí conoció a Mr. Carfax, quien fue presentado como “uno de los mejores médicos ingleses de los tiempos en que vivimos”. Mr. Cadbury, aunque nunca había oído hablar de aquel extraño inglés, aunque al principio desconfiaba y era un tanto receloso, pronto entabló una amistad bastante estrecha con el supuesto médico. Y así, poco a poco, mientras el francés recuperaba la salud milagrosamente, y se salvaba de una muerte ya anunciada por todos los médicos que habían ido a revisar el enfermo, Carfax enseñó un poco de las artes ocultas a Cadbury.
Solo Dios sabe que designios tenía en mente aquel raro hombre cuando decidió entablar una relación amistosa con el ingenuo banquero, que se quedaba asombrado cuando se le mostraban algunos “pequeños e insignificantes secretos”. El caso es que el ocultista invitó a su amigo a visitarlo en su casa a las afueras de Londres, después de su regreso a Inglaterra. Pocos días después de volver de Francia, Mr. Cadbury observó por primera vez la fachada de la casona en que vivía su insólito amigo, y tuvo una sensación bastante extraña, la cuál no era capaz de definir exactamente, pero cuando se refería a ella, lo hacía como “una rara mezcla entre un asombro moderado y un vago miedo a algo desconocido”. Aquella casa, en realidad una mansión, tenía un arquitectura que el banquero no había visto nunca antes en toda Inglaterra, ni incluso, en los países del continente, y eso que el antaño había emprendido numerosos viajes a diversos países. La morada de Carfax era descrita por su amigo simplemente como “indescriptible”, y es que no solo los estilos gótico, clásico y victoriano se fusionaban en la construcción, sino que además, como empotrado al ala este, podía observarse la mitad de una de esas piedras gigantescas, monolíticas, como las que constituían el monumento de Stonenghe. Además, las gárgolas que adornaban la fachada en la parte más alta de la misma, acentuaban la rareza de aquel inmueble.
La primera vez que Mr. Cadbury había ido a la mansión, tenía en mente una palabra que lo martirizaba, y que no podía recordar donde había escuchado. Aquella palabra era deja vu. El banquero, no pudiendo soportar que esa palabra se le repitiera una y otra vez a lo largo de la semana, había ido a visitar a su amigo, pues de alguna manera sabía que el podría ayudarlo a librarse de aquella molestia, y decirle que significaba aquello; solo así podría estar en paz. Sin embargo al llegar a la morada de su amigo, casi olvida el motivo de su visita, pues la construcción de aquella mansión, rebasaba los límites de lo verosímil. Sin embargo, se atrevió a llamar a la puerta, y un mayordomo, de mala catadura, casi anciano, y de ojos negros y penetrantes, lo hizo pasar. Luego lo llevó hasta un salón donde no había ventanas, pero donde estaba encendido un fuego en la chimenea, y ahí lo dejó, diciéndole que Mr. Carfax vendría enseguida. El mayordomo salió, y Mr. Cadbury, de repente, recordó la maldita palabra, ¿Qué diablos era un deja vu? Y entonces, molesto, mirando hacia la chimenea, no se percató que el mayordomo había vuelto a entrar al salón, y que traía consigo una bandeja con una copa de vino. Irritado porque aquella palabra no lo dejaba en paz, el banquero lanzó un manotazo y derribó la copa, al tiempo que decía con una voz fuerte –quiero saber que significa. La alfombra se manchó con aquel vino, y después de tal incidente, entró Mr. Carfax al salón; entonces el banquero olvidó la palabra de modo extraño, y no volvió a pensar en ella hasta después de cinco años.
Aunque las visitas a la mansión habían sido más o menos regulares, con intervalos de tres semanas, en realidad Mr. Cadbury no había aprendido mucho de las ciencias ocultas, y seguía asombrándose ingenuamente con los datos e historias que su amigo le contaba en cada una de las visitas. Tampoco la mansión le había sido revelada a Mr. Cadbury y siempre se reunían los dos amigos en el salón, en el cuál siempre, a partir de la segunda reunión, el anfitrión ya estaba esperando a su huésped. Sin embargo en esta ocasión, pasó algo que no pasaba desde la primera reunión, y eso fue precisamente, que Mr. Carfax no estaba en el salón cuando llegó el banquero. Aquella palabra seguía atormentándolo y quería saber el significado, tal era la razón de su visita a la mansión. El mayordomo condujo a Mr. Cadbury al salón, y lo hizo pasar, le dijo que Mr. Carfax vendría en seguida, luego lo dejó solo un momento y regresó con una bandeja en la cuál traía una copa de vino. El banquero, parado casi encima de la mancha de vino, se sintió irritado por el recurrente recuerdo de aquella palabreja y mientras miraba a la chimenea, no se percató que el mayordomo había vuelto a entrar. Entonces dijo con voz fuerte, -quiero saber que significa, al tiempo que lanzaba un manotazo y derribaba la copa. Mientras la alfombra se ensuciaba por segunda vez con el mismo vino, y ambas manchas de tan cercanas se fusionaban, Mr. Cadbury añadió - ¿Qué diantre es un deja vu? Y al mismo tiempo, tenía la vaga sensación de que lo que acababa de ocurrir ya había pasado alguna vez.
Una mañana de domingo del año 1881, míster Nollan Cadbury, eminente banquero, y respetable miembro de la sociedad londinense, despertó con una palabra en mente: deja vu. Desde un principio supo que la palabreja no lo abandonaría en todo el día, hasta que no hubiera conocido el significado de la misma. Almorzó tranquilamente, evadiendo aquel vocablo francés siempre que se le aparecía entre los alimentos, y así, mientras hacía ambas cosas, intuyó que debía consultar a su amigo Lemuel Carfax, un extraño personaje marginado de la sociedad, estudioso de las ciencias ocultas, que vivía casi como ermitaño en una casona a las afueras de Londres, hacia el norte.
Ambos hombres, se habían conocido en un viaje de negocios de Mr. Cadbury a la campiña francesa en el año de 1876. El banquero había viajado personalmente para cerrar un trato importantísimo con un cliente que padecía de una extraña enfermedad y que vivía en una mansión un tanto alejada de las grandes urbes. Ahí conoció a Mr. Carfax, quien fue presentado como “uno de los mejores médicos ingleses de los tiempos en que vivimos”. Mr. Cadbury, aunque nunca había oído hablar de aquel extraño inglés, aunque al principio desconfiaba y era un tanto receloso, pronto entabló una amistad bastante estrecha con el supuesto médico. Y así, poco a poco, mientras el francés recuperaba la salud milagrosamente, y se salvaba de una muerte ya anunciada por todos los médicos que habían ido a revisar el enfermo, Carfax enseñó un poco de las artes ocultas a Cadbury.
Solo Dios sabe que designios tenía en mente aquel raro hombre cuando decidió entablar una relación amistosa con el ingenuo banquero, que se quedaba asombrado cuando se le mostraban algunos “pequeños e insignificantes secretos”. El caso es que el ocultista invitó a su amigo a visitarlo en su casa a las afueras de Londres, después de su regreso a Inglaterra. Pocos días después de volver de Francia, Mr. Cadbury observó por primera vez la fachada de la casona en que vivía su insólito amigo, y tuvo una sensación bastante extraña, la cuál no era capaz de definir exactamente, pero cuando se refería a ella, lo hacía como “una rara mezcla entre un asombro moderado y un vago miedo a algo desconocido”. Aquella casa, en realidad una mansión, tenía un arquitectura que el banquero no había visto nunca antes en toda Inglaterra, ni incluso, en los países del continente, y eso que el antaño había emprendido numerosos viajes a diversos países. La morada de Carfax era descrita por su amigo simplemente como “indescriptible”, y es que no solo los estilos gótico, clásico y victoriano se fusionaban en la construcción, sino que además, como empotrado al ala este, podía observarse la mitad de una de esas piedras gigantescas, monolíticas, como las que constituían el monumento de Stonenghe. Además, las gárgolas que adornaban la fachada en la parte más alta de la misma, acentuaban la rareza de aquel inmueble.
La primera vez que Mr. Cadbury había ido a la mansión, tenía en mente una palabra que lo martirizaba, y que no podía recordar donde había escuchado. Aquella palabra era deja vu. El banquero, no pudiendo soportar que esa palabra se le repitiera una y otra vez a lo largo de la semana, había ido a visitar a su amigo, pues de alguna manera sabía que el podría ayudarlo a librarse de aquella molestia, y decirle que significaba aquello; solo así podría estar en paz. Sin embargo al llegar a la morada de su amigo, casi olvida el motivo de su visita, pues la construcción de aquella mansión, rebasaba los límites de lo verosímil. Sin embargo, se atrevió a llamar a la puerta, y un mayordomo, de mala catadura, casi anciano, y de ojos negros y penetrantes, lo hizo pasar. Luego lo llevó hasta un salón donde no había ventanas, pero donde estaba encendido un fuego en la chimenea, y ahí lo dejó, diciéndole que Mr. Carfax vendría enseguida. El mayordomo salió, y Mr. Cadbury, de repente, recordó la maldita palabra, ¿Qué diablos era un deja vu? Y entonces, molesto, mirando hacia la chimenea, no se percató que el mayordomo había vuelto a entrar al salón, y que traía consigo una bandeja con una copa de vino. Irritado porque aquella palabra no lo dejaba en paz, el banquero lanzó un manotazo y derribó la copa, al tiempo que decía con una voz fuerte –quiero saber que significa. La alfombra se manchó con aquel vino, y después de tal incidente, entró Mr. Carfax al salón; entonces el banquero olvidó la palabra de modo extraño, y no volvió a pensar en ella hasta después de cinco años.
Aunque las visitas a la mansión habían sido más o menos regulares, con intervalos de tres semanas, en realidad Mr. Cadbury no había aprendido mucho de las ciencias ocultas, y seguía asombrándose ingenuamente con los datos e historias que su amigo le contaba en cada una de las visitas. Tampoco la mansión le había sido revelada a Mr. Cadbury y siempre se reunían los dos amigos en el salón, en el cuál siempre, a partir de la segunda reunión, el anfitrión ya estaba esperando a su huésped. Sin embargo en esta ocasión, pasó algo que no pasaba desde la primera reunión, y eso fue precisamente, que Mr. Carfax no estaba en el salón cuando llegó el banquero. Aquella palabra seguía atormentándolo y quería saber el significado, tal era la razón de su visita a la mansión. El mayordomo condujo a Mr. Cadbury al salón, y lo hizo pasar, le dijo que Mr. Carfax vendría en seguida, luego lo dejó solo un momento y regresó con una bandeja en la cuál traía una copa de vino. El banquero, parado casi encima de la mancha de vino, se sintió irritado por el recurrente recuerdo de aquella palabreja y mientras miraba a la chimenea, no se percató que el mayordomo había vuelto a entrar. Entonces dijo con voz fuerte, -quiero saber que significa, al tiempo que lanzaba un manotazo y derribaba la copa. Mientras la alfombra se ensuciaba por segunda vez con el mismo vino, y ambas manchas de tan cercanas se fusionaban, Mr. Cadbury añadió - ¿Qué diantre es un deja vu? Y al mismo tiempo, tenía la vaga sensación de que lo que acababa de ocurrir ya había pasado alguna vez.
Una minificcion. Se vale criticar
De cómo censurar un texto y todo lo demás
Indignadas ante su contenido que era una apología a la homosexualidad, las altas autoridades eclesiásticas sólo alcanzaron a pronunciar: “¡Puto el que lo lea!”
Del 18 al 29 de junio del 2007
Indignadas ante su contenido que era una apología a la homosexualidad, las altas autoridades eclesiásticas sólo alcanzaron a pronunciar: “¡Puto el que lo lea!”
Del 18 al 29 de junio del 2007

Disponible también en "http://laultima-tentacion.blogspot.com"
viernes, 24 de agosto de 2007
Hoy quiero citar un gran poema, quizas el mejor que se haya escrito en méxico en los últimos mil años (como si tuviesemos tantos), pero es enserio no se rian, citaré este poema por ser el mas profundo y humano que pueda llegar hasta el fondo de las conciencias, es instintivo, fuerte, tenaz, sobre todo lo último, y raya en una locura desesperada por conseguir el objeto del deseo, tal que hace que nuestras palmas revienten al citarlo. Comienzo: Mesa Mesa Mesa al que mas aplauda Mesa al que mas aplauda Mesa al que mas aplauda le mando le mando le mando la niña za za za ya ku za ya ku za (Ad infinitum) |
miércoles, 22 de agosto de 2007
Una disculpa
Y va dirigida para Fabio, porque cuando comenté con Omar que ya había un nuevo cuento en la hydra página, mencioné que el texto no parecía la gran cosa. Es verdad que eso se debió a una lectura apresurada, y ahora que lo reviso con más detenimiento puedo mencionar las siguientes cosas.
El aparente final sorpresivo no lo es en realiad, ya que la instancia narrativa, aún antes del apagón, va arrojando indicios de a dónde va a parar todo:
El aparente final sorpresivo no lo es en realiad, ya que la instancia narrativa, aún antes del apagón, va arrojando indicios de a dónde va a parar todo:
"...la tempestad se hará presente y lo cubrirá todo en la oscuridad"
"La conciencia se volverá inútil y nunca nada más verá"
El tono apocalíptico que le das a la narración da un excelente vuelco con ese toque de humor al final. No deja de llamar mi atención que la epifanía del enunciante dependa de la tecnología para sobrevivir.
Y para la polémica. El tuyo es buen cuento, precisamente porque juegas con los elementos de la narrativa, he ahí el encanto de tu texto. Lo que dice Omar respecto a que es más un ejercicio que un cuento me parece medianamente adecuado, ya que para manejar esos recursos debes conocer a la perfección la estructura del género que trabajas. Como recomendación, por esa narrativa llena de recursos, está el libro Ronda naval bajo la niebla del catalán Pere Calders en Ediciones Arlequín. Es otro excelente juego narrativo que resulta en una novela sin desperdicio. Búscalo en el Fondo de Cultura o en Gonvill, ahí lo he visto.
jueves, 16 de agosto de 2007
Inche Fabio
La neta lo mejor de tu cuento es el final. Pones una atmosfera totalmente lugubre, seria, crepuscular, y sales con una payasadota al final que desconcentra de todo lo anterior que leiste, es algo que uno como lector no se esperaria. Pero vamonos por el aspecto mas formal. Es un buen ejercicio narrativo el que lograste en esa cuartilla, pero no creo que sea propiamente un cuento en su totalidad, no me refiero a que vaya contra la teoría del cuento, sino que uno como lector sabe apreciar lo que es un cuento y el tuyo mas bien parece un juego del narrar. Muy buena la narracion, te atrapa en el instante que comienzas a leer como queriendo decir, y ahora que chinga... jajaja, me agrada la tensión dramática que generas con toda esa bola de palabras oscuras y maléficas, jaja. Bueno, sinceramente no me agrada ese tipo de genero, en el que el escritor se vuelve parte de una obra oscura, creo que allan poe ya paso hace mucho tiempo, asi que ni pex, pero en gustos compadre, en gustos. Muy buen trabajo.
Un saludo
Omar Sánchez
Un saludo
Omar Sánchez
Un cuento
Por ahí el buen Fabio ha posteado un cuento y unas palabras de apoyo a mi propuesta de hacer una crítica más inteligente. La bronca fue que el cuento lo dejó en los comentarios y creo que nadie lo había visto. He aquí entones el cuento del compañero.
EL HORROR LLEGÓ A CASA
fabio gamez
Se laventó de súbito del camastro y se puso a escribir con febrilidad.
«... la tempestad se hará presente y lo cubrirá todo en la oscuridad».
Había tenido una especie de revelación después de que, en el silencio de su cuarto, sólo escuchaba sus pensamientos y, eventualmente, el sonido de una sirena que terminaba perdiéndose en la lejanía.
«... entonces todo será terrible y los seres se verán reducidos a arrastrarse aún más».
«En el comienzo, el sol se eclipsará y la luna llorará roja. Entonces se escuchará un trueno macabro, como el susurro de una letanía horrenda que proviniera de la nada.»
«Pero muy pronto las primeras manifestaciones del fuego del sacrilegio aparecerán por todas partes, con la insistencia y el aumentar constante de su furia meléfica.»
«Absorbiendo todo en una tempestad del alma.»
Pocas veces se había visto a sí mismo escribir así, obsesivamente, con una idea clara, pero tampoco tan rápido. Le pareció raro cuando comenzó a transpirar pero no se dejó distraer por eso.
«Entonces, cuando el mundo en fuego se ahogue, llegará Él, y descenderá de una imponente carroza descomunal.»
«De cuatro cornetas del apocalipsis, situadas en lo alto de aquel esperpento, surgirá un sonido infernal que opacará todo al son de unos tambores indecibles»
«Satanás se llamará y los cuernos de chivo asomarán de su cabeza.»
Una gota de sudor corrió por su cuello. Escribía a todo lo que daba. Sabía que le quedaba poco tiempo.
«La aparición será el final de la enfermiza luz que marcó la existencia condenada desde siempre y por todos los tiempos.»
«La conciencia se volverá inútil y nunca nada más verá.»
Lo estaba logrando, sabía que lo lograría, cuando la descarga eléctrica provocó el apagón. Todo quedó en tinieblas. Se escucharon los gritos habituales de los vecinos. Llovía torrencialmente y todo era rayos y truenos.
Se quedó mirando los reflejos de los relámpagos en el monitor de una computadora apagada inapropiadamente.
Respiró profundo al tiempo en que se enjugó el sudor de la frente. Lo había logrado.
De pronto un pensamiento lo horrorizó: no recordaba haber salvado el documento en ningún momento.
EL HORROR LLEGÓ A CASA
fabio gamez
Se laventó de súbito del camastro y se puso a escribir con febrilidad.
«... la tempestad se hará presente y lo cubrirá todo en la oscuridad».
Había tenido una especie de revelación después de que, en el silencio de su cuarto, sólo escuchaba sus pensamientos y, eventualmente, el sonido de una sirena que terminaba perdiéndose en la lejanía.
«... entonces todo será terrible y los seres se verán reducidos a arrastrarse aún más».
«En el comienzo, el sol se eclipsará y la luna llorará roja. Entonces se escuchará un trueno macabro, como el susurro de una letanía horrenda que proviniera de la nada.»
«Pero muy pronto las primeras manifestaciones del fuego del sacrilegio aparecerán por todas partes, con la insistencia y el aumentar constante de su furia meléfica.»
«Absorbiendo todo en una tempestad del alma.»
Pocas veces se había visto a sí mismo escribir así, obsesivamente, con una idea clara, pero tampoco tan rápido. Le pareció raro cuando comenzó a transpirar pero no se dejó distraer por eso.
«Entonces, cuando el mundo en fuego se ahogue, llegará Él, y descenderá de una imponente carroza descomunal.»
«De cuatro cornetas del apocalipsis, situadas en lo alto de aquel esperpento, surgirá un sonido infernal que opacará todo al son de unos tambores indecibles»
«Satanás se llamará y los cuernos de chivo asomarán de su cabeza.»
Una gota de sudor corrió por su cuello. Escribía a todo lo que daba. Sabía que le quedaba poco tiempo.
«La aparición será el final de la enfermiza luz que marcó la existencia condenada desde siempre y por todos los tiempos.»
«La conciencia se volverá inútil y nunca nada más verá.»
Lo estaba logrando, sabía que lo lograría, cuando la descarga eléctrica provocó el apagón. Todo quedó en tinieblas. Se escucharon los gritos habituales de los vecinos. Llovía torrencialmente y todo era rayos y truenos.
Se quedó mirando los reflejos de los relámpagos en el monitor de una computadora apagada inapropiadamente.
Respiró profundo al tiempo en que se enjugó el sudor de la frente. Lo había logrado.
De pronto un pensamiento lo horrorizó: no recordaba haber salvado el documento en ningún momento.
miércoles, 15 de agosto de 2007
Mueran los putazos (Juan Gabriel, te vamos a extrañar)
Mi entrada anterior nada tenía que ver con una agresión a los miembros de este taller, sólo trataba de dar un punto de vista acerca de la irresponsabilidad de los comentarios anteriores en este blog.
Respecto al título, explico mi crítica, ya que en ningún momento afirmé que fuera vacio. Si lo quieres ver desde una perspectiva sociocrítica, de la cual, por cierto, no me puedo alejar, arroja un monton de incidencias del texto, pero mi cometario más bien íba enfocado desde el lado del escritor. Qué bueno que mencionas a Pacheco, porque esa aparente sencillez en sus títulos es tan libre que te permite imaginar un monton de rutas de lectura. Al mismo tiempo, y recordando a Emilio Fuma Mota, tu cuento me recordó a aquel donde los personajes encuentra en una fería a una niña tortuga. No podría precisar el argumento, por ser un texto leído hace algunos años, y tampoco te estoy acusando de plagio. Resalto ese guiño complice en tu escritura a uno de los grandes narradores en México.
A los demás hidros, en serio, revisen este blog para que se convierta en un espacio de discusión entre todos; no sólo del Omar y mío, porque incluso el estimado Juan Carlos Gallegos anda alejado de estas páginas.
Saludos
Juan Carlos Gutierrez Mercado
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